miércoles, 2 de diciembre de 2015

Recuerdos

Muchas veces, cuando nos ocurre algo malo en la vida, desearíamos volver al pasado y tener la posibilidad de cambiarlo. Pensamos en cómo hubiera sido todo si hubiéramos actuado de otra manera y damos muchas vueltas a la cabeza buscando soluciones a situaciones que no las tienen.

Tú, si tuvieras la oportunidad de volver a ese día en el que algo te pasó y cambiarlo ¿lo harías?. Es una pregunta irreal, sin sentido, que jamás sucederá. Pero cuando pasas momentos duros, te puede venir a la cabeza. En muchas ocasiones, responderíamos un sí, sin dudarlo. Pero hay otras veces que las cosas no están tan claras. Hay historias que son duras, pero no son ni felices ni tristes, sino una mezcla de las dos, y es complicado responder a esa pregunta.

Hoy es un aniversario especial para mí. No soy muy bueno para acordarme de las fechas, pero hay algunas que se te quedan marcadas a fuego. Hace ya muchos años que viví algo duro, difícil, que cambió mi vida. No voy a detenerme en los detalles, simplemente quiero compartir algunos recuerdos y todo lo que he podido sacar en claro de esta historia.

Recuerdo aquella época con cariño. El hambre insaciable por subir montañas, encadenando una tras otra sin descanso; la agilidad con la que escalaba; la fuerza y velocidad con las que corría; los innumerables viajes y aventuras que pude vivir; lo bien que me lo pasaba entrenando, corriendo por el monte, viendo amanecer en las cimas. Muchos me lo decían y era algo evidente, tenía una prometedora carrera en el mundo del alpinismo. Me hacía feliz y era casi para lo único que vivía. Estaba en lo más alto, imparable. Llevaba años a un gran nivel, con varias expediciones al Himalaya y tenía muchos sueños, proyectos e ilusiones. Todo aquello, las fuerzas, las ilusiones, los proyectos... se quedó en una cuneta una mañana de principios diciembre.


De aventuras por el Himalaya
Ha pasado mucho tiempo desde aquella heladora mañana, aunque parece que fue ayer, tengo los recuerdos muy vivos. Todavía siento cómo me iba despertando en la cama pensando en correr, preparaba la ropa, me vestía y me ataba las zapatillas. El placer de empezar a trotar y ver que todo funcionaba a la perfección, mientras el viento me golpeaba la cara y al frio aire le costaba entrar en los pulmones. Cómo mis piernas, cansadas, iban entrando en calor y mis músculos se tensionaban. Siento cómo mi cuerpo iba saltando sin dificultad entre la nieve y el hielo, sin que mi cabeza apenas se enterase. Aún noto la felicidad que sentía por aquel entonces cuando salía a correr. Era una mañana como otra cualquiera, un día más. Pero, de pronto, en un abrir y cerrar de ojos, todo cambió. Lo que parecía un día normal se acabó convirtiendo en una pesadilla que me acompañó mucho tiempo, años. No sé bien cómo pasó, mi mente lo ha borrado casi todo. Pero fue rápido, en menos de un segundo una etapa había terminado. Y venía otra llena de dudas, miedo y dolor.

Recuerdo cómo los meses fueron pasando y las buenas sensaciones de otros tiempos se olvidaron. A duras penas pude volver a correr e ir al monte, pero el dolor era compañero inseparable y cada salida era más desesperante que la anterior.
Recuerdo pasar por muchos especialistas: médicos, fisioterapeutas, osteópatas... Nada. Una peregrinación buscando soluciones, que se convertía cada vez en algo más obsesivo. Pero mi pierna izquierda no volvía a ser la misma. Alguno me comentó lo fuerte que era, diciéndome que muchos en mi situación se habrían rendido. Pero eso no me valía de nada. Yo sólo quería volver a ser el de antes.
Recuerdo salir de la consulta de un médico que me dijo que no iba a volver a correr nunca más y cómo el mundo se me vino abajo.
Recuerdo las lágrimas en mi rostro, la impotencia, la frustración. Las noches sin dormir, dando vueltas en la cama, tocándome una y otra vez la pierna.
Recuerdo mirar a las montañas y llorar, sin poder alcanzarlas.
Recuerdo las miles de veces que pedí poder volver a aquél día y cambiar las cosas. Y todas las que me preguntaba el por qué me había tocado pasar por eso a mí.
Recuerdo a esa persona que siempre estuvo allí,  apoyándome y ayudando, siempre sumando con una sonrisa. Pasó mucho tiempo y el dolor y la falta de confianza estaban acabando con mi paciencia. Podía intentar seguir así, pero no duraría mucho. Tarde o temprano, abandonaría, todos tenemos un límite. No iba a tirar la toalla sin luchar, pero la pelea me la estaban ganando.
Recuerdo el momento en el que toqué fondo y a partir de ahí todo empezó a mejorar. Acepté la situación y empecé a ver con otros ojos el mundo. Descubrí que había estado viviendo exclusivamente para el deporte y que la vida tenía mucho más que ofrecerme. Cuando uno aprende a valorar todo lo que tiene y sabe ver el lado positivo de las cosas, empieza la verdadera recuperación.
Recuerdo comenzar a disfrutar y renacer de mis cenizas.
Recuerdo cómo poco a poco volví a correr y a ir al monte con otra mentalidad, a disfrutar de otra manera y tranquilamente ir recuperando sensaciones. La alegría de ver que evolucionas, que cada vez puedes correr más y soportar mejor los dolores. El volver a la alta montaña y mirarla como quien no ha estado nunca allí. Descubrirse de nuevo y aprender a vivir de otra manera, más relajada, más plena y más feliz.
Recuerdo todo esto y no se me olvidará nunca.


Volviendo a disfrutar de la alta montaña

Hay muchas cosas que no controlamos en la vida. Nos pueden ocurrir desgracias y podemos caer en un pozo que parece no tener fondo. Pero siempre hay salida, siempre hay algo con lo que disfrutar, un horizonte mejor. Nosotros sólo podemos poner todo de nuestra parte por mejorar la situación, pelear al máximo. Y tarde o temprano, se acaba por salir adelante.

No os podéis ni imaginar la de horas que habré pasado preguntándome el por qué salí aquél día a correr y deseando cambiar lo que pasó. Tiempo perdido, nada se podía hacer ya. Sin embargo, desde hace mucho tengo las cosas claras. No cambiaría nada, pasaría otra vez por todo. Hoy, soy quien soy gracias a todo lo que he vivido y aprendido de estas experiencias. Me encanta la vida que tengo y sé que si vuelve a dar un vuelco, llegará un día en que volveré a ser feliz. Esa mañana de diciembre fue, simplemente, el final de una vida y el inicio de otra nueva. Nada más.


Siempre hay un horizonte. Hay cosas que pasan, pero otras vendrán

4 comentarios:

  1. Me has emocionado. Recuerdo esa época con cariño y terror. En tu espalda está grabado, un gran ave fénix te lo recuerda, ganaste la pelea y una nueva visión, un nuevo camino. Particularmente, a mi me encanta este camino.
    Mil besazos.

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    1. Sólo puedo decir gracias, por estar antes, durante y después, siempre apoyando. Todo en compañía siempre se lleva mejor, y con semejante compañía ni te cuento.

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  2. Una lección, si señor. Yo destacaría de lo que comentas lo de "aprender a valorar lo que tienes"' mas o menos lo dices así. Y esto, a muchos de los que nos apasiona la montaña nos puesta tiempo comprenderlo y casi siempre después de un batacazo

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    1. Cierto, parece que sólo aprendemos a base de batacazos. Muchas veces parece que nuestra pasión nos ciega...pero afortunadamente la vida es mucho más que eso

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