miércoles, 23 de diciembre de 2015

MM Vitoria 2015

Venía de un mes con la rodilla izquierda dando guerra, entre el menisco y el maldito rotuliano. Siendo sincero, cuando me vi con la rodilla hinchada, no creía que fuera a llegar al 13 de diciembre en condiciones de correr la Media Maratón de Vitoria, menos después de 10 días de parón absoluto y no acabar de encontrar buenas sensaciones. Lo más lógico parecía dejarlo pasar y centrarse en próximos objetivos, recuperando bien la rodilla. Pero había una inscripción hecha y ganas de intentarlo. Estaba claro que no iba a ser la carrera perfecta, pero un buen reto se presentaba en el horizonte: dos semanas para empezar a trotar y ver si se podía llegar a la carrera.

La primera semana, vuelta al trote suave, aumentando poco a poco los kilómetros. Y visto que el domingo anterior a la carrera pude correr 16km suaves sin molestias ¿por qué no intentarlo? La segunda semana decidí probar ritmos y sensaciones, que el cuerpo mandara. Y acabaron saliendo buenos entrenamientos y ritmos más que aceptables. Alguna ligera molestia pero nada del otro mundo. Vitoria me esperaba y, como siempre, intentaría darlo todo, dentro de lo posible. Había que escuchar bien a la rodilla para no cagarla.

Así que el domingo por la mañana nos presentamos en la capital alavesa, con la familia y unos cuantos amigos. En el grupo, las típicas preguntas de siempre, sobre ritmos y tiempo objetivo. Y yo, con las mismas respuestas que doy últimamente: que no tengo ni idea...prefiero que el cuerpo hable en carrera. Vengo con muchas dudas sobre lo que me espera, así que es mejor así, dejar que el cuerpo pille ritmo y que la cabeza disfrute del ambiente. La Media de Vitoria es una buena carrera, con calles amplias y buen ambiente. Mucha gente en las calles animando y trazado bastante favorable. Y además, el tiempo acompaña. Buenos ingredientes para pasar una mañana divertida.

Un buen calentamiento para sacarse el fresco del cuerpo y a elegir cajón de salida. Es curioso meterse en el cajón de 1:30' y ver el tipo de gente que hay allí...incluso mirar más allá y ver los que se han situado más adelante (que luego pasarás en los primeros metros sorteándolos con gran dificultad). Hay muchos que dejan claro que están allí por salir adelante y nada más, que pronto se irán atrás...y así se montan los líos que se montan en las salidas...enfin. No creo que cueste tanto salir en el sitio que cada uno crea que le corresponde y no armar semejantes follones.
Con la morada de Reto Dravet por Vitoria

La carrera comienza a ritmo muy rápido, con unos primeros km en descenso. De hecho, al poco me fijo en la liebre de 1:40' y está muy lejos...no me cuadra nada con los ritmos que estoy llevando...y menos cuando veo que va por delante de la de 1:35'...hoy muchos van a reventar. Yo a lo mío, me doy 5km para ver sensaciones, tranquilamente, y así ir planificando la carrera. Tengo que confesarlo, me gustan mucho este tipo de carreras, en las que no puedo ir a tope por algún motivo. Cuando corres en ritmos inferiores a los que puedes ir, te lo puedes pasar muy bien. A mí, en estas situaciones, me gusta jugar un poco. Fijarme en una liebre, seguirla desde lejos, pasarla e ir a por la siguiente. Y ese era un buen día para ese juego.

Pasados los km de tanteo, superé a la liebre de 1:40' sin mayores problemas y me fijé en la siguiente, que quedaba bastante lejos. Entonces pensé en ir poco a poco recuperando el terreno hasta el km 15 y a partir de allí, darlo todo y a por la de 1:30'. Y así fue pasando la carrera, con un juego de persecuciones. Tras el km 15, intenté superar, con dificultades por la gran cantidad de gente, al grupete de 1:35', pero no iba del todo fino y me costó más de lo esperado. Por fin enlazamos con una recta larga y amplia y pude progresar a mi gusto, encontrando buenas sensaciones. Pero si quería pillar a la siguiente liebre, me tocaban poco más de 5km de volar sobre el asfalto vitoriano. Me puse a ello, a ritmo de persecución absoluto. Pero a veces la estrategia nos falla y no salen las cosas como esperábamos. Poco después de pasar el km 18 empiezo con  molestias en la rodilla. Cada vez más y más, hasta que el dolor empieza a ser difícilmente soportable. Me veo obligado a bajar ritmo, intentando que pase el dolor, pero nada. Tiro más fuerte todavía, deseando acabar cuanto antes con ese pinchazo que me está destrozando...pero imposible. La rodilla no deja hacer bien el juego y cuesta horrores dar bien la zancada. Decido desconectar la mente, como en las carreras de montaña cuando llevas varias horas y te duele todo el cuerpo. Ya llegarán a meta las piernas. Sigo más o menos a buen ritmo y en el último km parece que las molestias van a menos. Así que vuelvo a conectar con el cuerpo y a exigirle el máximo para el final. Ya he olvidado la idea de pillar a la liebre, sólo quiero llegar cuanto antes. Último esfuerzo y entrada en meta, siempre con una sensación especial. 1:33', buen tiempo para cómo se ha desarrollado la prueba, todo el tiempo que he perdido al inicio y el mes tan malo que llevo. Muy contento...y mucho más cuando me encuentro con la familia y lo celebramos. Curiosamente, la rodilla no duele al andar...me ha fastidiado la estrategia, los últimos km de disfrute y las buenas sensaciones de 18km, pero ahí está, sin doler. ¡Qué cachonda! Por lo menos parece que no va a ser nada serio. Toca agradecerle lo que lleva soportado y cuidarla para la siguiente carrera.


viernes, 18 de diciembre de 2015

Proyectos 2016

El 2015 ya está terminando y dentro de poco tocará valorarlo y sacar conclusiones. Pero con el 2016 a la vuelta de la esquina, es inevitable mirar hacia adelante y plantearse los objetivos a alcanzar.
No sé vosotros, pero yo necesito tener metas, un horizonte en el que fijar mi mente. Será por lo guindilla que soy, pero es terminar un proyecto y estar metiéndome en otro (y a veces sin terminarlo...). Las semanas después de una carrera importante, de esas que llevas meses esperando y preparando, mientras todavía me duelen las piernas y no puedo casi ni andar, son mi perdición. Eso, internet, una tarjeta de crédito y un montón de ideas en la cabeza.
Desde verano, cuando terminé la Maratón de las Tucas, llevo preparándome a conciencia para un proyecto en el que he estado años pensando. Parece casi como si no lo quisiera decir en voz alta por si se fastidia todo, pero ya va siendo hora de soltarlo. Voy a compartir con vosotros lo que serán mis próximos meses, por si le sirve a alguien o si os animáis a acompañarme en alguna carrera.

Como he hecho estos últimos años, vuelvo a dividir mi temporada en dos: asfalto y trail. Creo que es la mejor manera de combinar lo que me gusta y no saturarme demasiado. La primera parte la dejo para carreras por asfalto que culminan con un Maratón y después me tiro al monte como las cabras, para lo que será mi gran objetivo del año.

Así que este próximo año empezará sobre el asfalto con la Maratona di Roma, el 10 de abril, como primera meta a conseguir. En breve empezaré el plan específico para prepararla. Este año las sensaciones son buenas, tengo un tiempo de carrera objetivo en la cabeza, pero prefiero ir de "tapado" de momento e ir escuchando al cuerpo y corrigiendo las metas si no quiero pinchar antes de tiempo. Para prepararla en condiciones, me gusta participar en alguna carrera y así ir pillando el punto competitivo. Este año pretendo ir a las 10 Millas Peralta-Falces, Mitja Marato de Barcelona, Media Maratón del Camino y quizás repetir en el Maratest de Alcorcón para terminar de afinar. Y después de todo esto, viaje a Roma, la Ciudad Eterna, en un plan familiar y a disfrutar esta maravillosa ciudad. Sé que no es un circuito ideal para hacer marca, pero volver a Roma me atraía mucho y necesito correr por sitios que me gusten. Prefiero no hacer marca y disfrutar el recorrido y estoy seguro que allí lo voy a hacer, aunque como siempre lo daremos todo. Este año es la edición del Jubileo, parece que a todos los que la terminemos nos lo van a dar...¿me están llamando a pecar sin parar hasta cruzar la meta?
Me motiva mucho correr por aquí

Pero lo realmente gordo viene después. El objetivo principal de este año va a ser debutar en un ultra trail. Llevo muchos años con esta idea en la cabeza y por fin me he decidido. Desde agosto estoy probando al cuerpo, o más bien castigándolo, con entrenos para ver si soy capaz de aguantar y si el cuerpo me deja, este verano lo intentaré. Lo difícil, a parte de la preparación, va a ser elegir en cuál debutar.
Primero, antes de verano, hay un montón de carreras muy atractivas en las que participar: CxM Peña Canciás, Irati Trail, Hiru Mendi Trail, Camille Extreme, Trail Sobrarbe, Boca del Infierno... La lista es larga y ni las piernas ni la tarjeta de crédito aguantan el ritmo. Habrá que hacer una buena selección para llegar en buen estado al momento cumbre de la temporada.
Y después, en cuanto a los ultras, tengo muchas dudas entre dos, con una tercera opción por si acaso.


GTTAP
En principio, hay uno que parte con ventaja, la Vuelta al Aneto del Gran Trail Aneto-Posets. ¿Por qué? Pues porque este año corrí la Maratón de esta prueba y me encantó la organización y el ambiente en Benasque. El recorrido es muy duro, 58km y +3700m de desnivel, por terreno difícil,  con mucho tramo en el que correr es complicado y hay que aguantar mucho de cabeza. Me encanta. Y las vistas, increíbles. Conozco bastante la zona, pero hay algunos valles que no he pisado y me apetece ver. Lo único que me echa para atrás es la fecha, el último fin de semana de julio, pues llegaré un poco justo de tiempo y el calor también es un factor a tener en cuenta.
Correr a la sombra del Aneto, un placer. By Cansamontañas


Trail Valle Tena
En segunda posición, pero también con muchas opciones, se encuentra el Trail Valle de Tena, un recorrido de casi 80km y +6700m de desnivel por zonas que conozco a la perfección y que me he pateado mucho. Es un recorrido precioso y en buenas fechas para mi, a finales de agosto, con lo que tendría un mes más para prepararla. Pero la dureza del recorrido es un contra muy grande

Y por último, la Canfranc-Canfranc, con el nuevo ultra de 80km que sacará, en la edición de 2016. De las tres, quizá sea la que menos me atraiga, pero es bueno tener balas en la recámara. Me viene también bien de fechas, en la primera mitad de septiembre, pero sí que la zona, aunque es imprsionante, es la que menos me llama de las tres.

Canfranc-Canfranc


De momento, estas son mis ideas para el próximo año. Habrá que ir tomando decisiones y ver cómo va respondiendo el cuerpo y si no se puede llegar a todo, habrá que rectificar. Pero por lo menos, siempre hay que intentarlo. Iremos informando y ya sabéis, si os animáis a alguna, yo encantado.

viernes, 11 de diciembre de 2015

Corriendo por el Monte

Cuando era pequeño y llegaba el domingo, en casa tocaba salida familiar al monte. No me gustaba nada madrugar y siempre intentaba resistirme, pero no había escapatoria. Preparábamos todo al detalle, nos vestíamos en condiciones y entrábamos en el coche para un trayecto que siempre se hacía eterno, curva tras curva...¡qué mareos! Cuando llegabas al destino y se te pasaban las ganas de vomitar, todo cambiaba. Descubrías un mundo lleno de posibilidades y, para una mente infantil, un sitio mágico en el que encontrarte con hadas, duendes y todo tipo de seres fantásticos. Siempre he sido un guindilla y me ponía a correr pradera arriba y abajo sin descanso. No medía mis fuerzas, había energía de sobra.
Mis lugares favoritos eran los bosques, donde casi no pasaba el sol y me podía dejar atrapar por su ambiente, alejándome corriendo entre los árboles, saltando entre mares de hojas y esquivando piedras y ramas. Corría sin dirección, jugando, sintiéndome libre. Disfrutando de lo maravilloso que era todo, de los olores del bosque, de los sonidos de los animales. Creo que fue entonces, en aquellos años, cuando me enamoré de la montaña.
En los bosques, nunca sabes por dónde te pueden salir los duendes

Años más tarde, me acerqué a esos lugares por mi cuenta, queriendo revivir esas sensaciones. Y al poco tiempo, volví a correr por ellos: me calcé unas botas viejas de monte y corrí por esos sitios que años antes me habían atraído tanto. Me acuerdo que la mayoría de la gente me miraba raro: al monte había que ir a disfrutar, no a sufrir de esas maneras, sin enterarse de por dónde se pasa. Pero me daba igual, a mí me encantaba y disfrutaba con ello. Correr por monte tiene algo especial, muy animal, instintivo. Cuando corro por montaña, ya sea en un bosque o en una cresta de roca, siento cómo mi cuerpo se funde con el terreno. Me siento parte de cada piedra, de cada árbol, que estaban allí antes de que yo viniera a este mundo y seguirán mucho tiempo después de que lo abandone. Me siento como lo que soy en realidad, un animal, libre y en contacto con la naturaleza.
Animales compartiendo pasión

Me encanta dejarme llevar y disfrutar de todas las sensaciones que te invaden en este medio: la falta de aire en los pulmones cuando llevas un rato subiendo; la ligera sensación de mareo cuando corres en altura; la tensión en mis músculos cuando desciendo a toda velocidad; la sensación de ir por las nubes cuando salto por el barro, las hojas o la hierba; la dureza de correr por roca o el sonido de la nieve cuando corres abriendo huella; la tremenda soledad de saber que soy la única persona en kilómetros... Todo forma parte de un ritual especial que se completa al llegar a cima, cuando recuperas la respiración y tus ojos se fijan en ese mar de montañas que tienes alrededor, esos horizontes infinitos. O cuando consigues vencer al sol y llegar arriba disfrutando de un precioso amanecer, que se queda grabado en tu cabeza y hace que tengas durante horas la sonrisa puesta en la cara. Sentir el aire frío en la cara, el calor de los primeros rayos de sol sobre tu cuerpo y el vértigo de comenzar a descender bailando con las piedras y la nieve. Es todo un placer. Una pasión.
Ganando al sol para ver amanecer en Monte Perdido

¿Hay algo malo en correr por el monte? Evidentemente, no. Pero parece que, como siempre, para algunos sí. Hay muchas personas para las que la montaña es como una religión (entre los que me incluyo) y como tal, algunos se la toman de manera fundamentalista e intolerante. Para ellos sólo hay un modo de acercarse y disfrutar la montaña y todo lo demás es una falta de respeto, una blasfemia. Defienden que hay que ir despacio, sin prisas, porque sino no te empapas de todo su esplendor.
Este es un debate que lleva muchos año abierto, pero pensaba que ya estaba más o menos superado, hasta que hace unas pocas semanas fui a la presentación de un libro y vi con preocupación cómo se crucificaba a los que van al monte a correr. El debate y el linchamiento siguió en las redes sociales, acusándonos de llevar el estrés y las prisas de la vida urbana a un lugar sagrado, no siendo capaces de disfrutar de la esencia del monte y abusando de la competitividad para ver quién es el más rápido.
Me parece muy triste, ¿sólo hay una forma de disfrutar la montaña? Si vas al monte y no haces daño ni molestas a nadie, ¿qué más da que vayas andando, corriendo o haciendo el pino-puente? ¿Cuál es el problema? Cada uno que haga lo que le de la gana. Y además, ¿quién decide lo que es rápido o lento? Eso es algo muy subjetivo. Me parece un debate absurdo, estéril. Ganas de polémica sin motivo.
Disfrutando de correr por monte

Hoy es el día internacional de las montañas. Son parajes únicos que hay que proteger y cuidar. Son lugares fundamentales para la vida y para el espíritu, que deberíamos respetar y mimar, acercándonos  a ellos con cabeza, cuidado y responsabilidad. Y, como cualquier cosa en la vida, la montaña se puede disfrutar de muchas maneras y no hay ninguna mejor que otra. Tú, vete al monte y disfrútalo como mejor te parezca y deja que los demás hagan lo mismo. Yo prefiero disfrutarla de todas las formas y, mientras el cuerpo aguante, seguiré corriendo por el monte y sintiéndome como ese crío pequeño que corría por el bosque jugando entre las hojas y los árboles.
Lugares únicos

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Recuerdos

Muchas veces, cuando nos ocurre algo malo en la vida, desearíamos volver al pasado y tener la posibilidad de cambiarlo. Pensamos en cómo hubiera sido todo si hubiéramos actuado de otra manera y damos muchas vueltas a la cabeza buscando soluciones a situaciones que no las tienen.

Tú, si tuvieras la oportunidad de volver a ese día en el que algo te pasó y cambiarlo ¿lo harías?. Es una pregunta irreal, sin sentido, que jamás sucederá. Pero cuando pasas momentos duros, te puede venir a la cabeza. En muchas ocasiones, responderíamos un sí, sin dudarlo. Pero hay otras veces que las cosas no están tan claras. Hay historias que son duras, pero no son ni felices ni tristes, sino una mezcla de las dos, y es complicado responder a esa pregunta.

Hoy es un aniversario especial para mí. No soy muy bueno para acordarme de las fechas, pero hay algunas que se te quedan marcadas a fuego. Hace ya muchos años que viví algo duro, difícil, que cambió mi vida. No voy a detenerme en los detalles, simplemente quiero compartir algunos recuerdos y todo lo que he podido sacar en claro de esta historia.

Recuerdo aquella época con cariño. El hambre insaciable por subir montañas, encadenando una tras otra sin descanso; la agilidad con la que escalaba; la fuerza y velocidad con las que corría; los innumerables viajes y aventuras que pude vivir; lo bien que me lo pasaba entrenando, corriendo por el monte, viendo amanecer en las cimas. Muchos me lo decían y era algo evidente, tenía una prometedora carrera en el mundo del alpinismo. Me hacía feliz y era casi para lo único que vivía. Estaba en lo más alto, imparable. Llevaba años a un gran nivel, con varias expediciones al Himalaya y tenía muchos sueños, proyectos e ilusiones. Todo aquello, las fuerzas, las ilusiones, los proyectos... se quedó en una cuneta una mañana de principios diciembre.


De aventuras por el Himalaya
Ha pasado mucho tiempo desde aquella heladora mañana, aunque parece que fue ayer, tengo los recuerdos muy vivos. Todavía siento cómo me iba despertando en la cama pensando en correr, preparaba la ropa, me vestía y me ataba las zapatillas. El placer de empezar a trotar y ver que todo funcionaba a la perfección, mientras el viento me golpeaba la cara y al frio aire le costaba entrar en los pulmones. Cómo mis piernas, cansadas, iban entrando en calor y mis músculos se tensionaban. Siento cómo mi cuerpo iba saltando sin dificultad entre la nieve y el hielo, sin que mi cabeza apenas se enterase. Aún noto la felicidad que sentía por aquel entonces cuando salía a correr. Era una mañana como otra cualquiera, un día más. Pero, de pronto, en un abrir y cerrar de ojos, todo cambió. Lo que parecía un día normal se acabó convirtiendo en una pesadilla que me acompañó mucho tiempo, años. No sé bien cómo pasó, mi mente lo ha borrado casi todo. Pero fue rápido, en menos de un segundo una etapa había terminado. Y venía otra llena de dudas, miedo y dolor.

Recuerdo cómo los meses fueron pasando y las buenas sensaciones de otros tiempos se olvidaron. A duras penas pude volver a correr e ir al monte, pero el dolor era compañero inseparable y cada salida era más desesperante que la anterior.
Recuerdo pasar por muchos especialistas: médicos, fisioterapeutas, osteópatas... Nada. Una peregrinación buscando soluciones, que se convertía cada vez en algo más obsesivo. Pero mi pierna izquierda no volvía a ser la misma. Alguno me comentó lo fuerte que era, diciéndome que muchos en mi situación se habrían rendido. Pero eso no me valía de nada. Yo sólo quería volver a ser el de antes.
Recuerdo salir de la consulta de un médico que me dijo que no iba a volver a correr nunca más y cómo el mundo se me vino abajo.
Recuerdo las lágrimas en mi rostro, la impotencia, la frustración. Las noches sin dormir, dando vueltas en la cama, tocándome una y otra vez la pierna.
Recuerdo mirar a las montañas y llorar, sin poder alcanzarlas.
Recuerdo las miles de veces que pedí poder volver a aquél día y cambiar las cosas. Y todas las que me preguntaba el por qué me había tocado pasar por eso a mí.
Recuerdo a esa persona que siempre estuvo allí,  apoyándome y ayudando, siempre sumando con una sonrisa. Pasó mucho tiempo y el dolor y la falta de confianza estaban acabando con mi paciencia. Podía intentar seguir así, pero no duraría mucho. Tarde o temprano, abandonaría, todos tenemos un límite. No iba a tirar la toalla sin luchar, pero la pelea me la estaban ganando.
Recuerdo el momento en el que toqué fondo y a partir de ahí todo empezó a mejorar. Acepté la situación y empecé a ver con otros ojos el mundo. Descubrí que había estado viviendo exclusivamente para el deporte y que la vida tenía mucho más que ofrecerme. Cuando uno aprende a valorar todo lo que tiene y sabe ver el lado positivo de las cosas, empieza la verdadera recuperación.
Recuerdo comenzar a disfrutar y renacer de mis cenizas.
Recuerdo cómo poco a poco volví a correr y a ir al monte con otra mentalidad, a disfrutar de otra manera y tranquilamente ir recuperando sensaciones. La alegría de ver que evolucionas, que cada vez puedes correr más y soportar mejor los dolores. El volver a la alta montaña y mirarla como quien no ha estado nunca allí. Descubrirse de nuevo y aprender a vivir de otra manera, más relajada, más plena y más feliz.
Recuerdo todo esto y no se me olvidará nunca.


Volviendo a disfrutar de la alta montaña

Hay muchas cosas que no controlamos en la vida. Nos pueden ocurrir desgracias y podemos caer en un pozo que parece no tener fondo. Pero siempre hay salida, siempre hay algo con lo que disfrutar, un horizonte mejor. Nosotros sólo podemos poner todo de nuestra parte por mejorar la situación, pelear al máximo. Y tarde o temprano, se acaba por salir adelante.

No os podéis ni imaginar la de horas que habré pasado preguntándome el por qué salí aquél día a correr y deseando cambiar lo que pasó. Tiempo perdido, nada se podía hacer ya. Sin embargo, desde hace mucho tengo las cosas claras. No cambiaría nada, pasaría otra vez por todo. Hoy, soy quien soy gracias a todo lo que he vivido y aprendido de estas experiencias. Me encanta la vida que tengo y sé que si vuelve a dar un vuelco, llegará un día en que volveré a ser feliz. Esa mañana de diciembre fue, simplemente, el final de una vida y el inicio de otra nueva. Nada más.


Siempre hay un horizonte. Hay cosas que pasan, pero otras vendrán