lunes, 15 de julio de 2019

Lavaredo Ultratrail

Lavaredo Ultra Trail. 120 km en el corazón de Dolomitas


En éxtasis,
intentando asimilar lo vivido

"- Koldo, tienes que seguir. Venías con buena cara. Solo estás agobiado. Siéntate un poco y descansa, no hay prisa. Ya verás como mejoras.
- No se...no me encuentro bien, me cuesta respirar...no lo veo nada claro.
- Venga ánimo...
- ¿Sabes si hay médico?
- Si, en la carpa de fuera. Está lleno de gente, vienen bastante mal por el calor.
- Vamos, necesito que me vean..."

Col de Gallina, kilómetro 95. He llegado con fuerzas pero en la carpa del avituallamiento, que parece un invernadero, me da un bajón tremendo. Estoy medio mareado, no respiro bien y me agobio. Mi mujer intenta animarme, pero voy camino al médico derrumbado, pensando que la aventura se ha acabado. Por suerte, no estaba todo perdido...

Pero vayamos por partes. ¿Qué narices hago yo en Lavaredo Ultra?
Hace ya meses que me apunté al sorteo (hay que joderse, un sorteo para correr 120km, qué mal estamos) porque mi suegro se encontró una gorra de la carrera, me metí en internet  a curiosear y me lié como un tonto (de verdad, la culpa no es mía, es de la gorra...o de mi suegro). Empiezas a mirar y a informarte, ves fotos, comentarios, lees crónicas y te toca dorsal en el sorteo, así que pasas del "es una locura" a tener el viaje montado para toda la familia en menos de lo que dura un caramelo en la puerta de un colegio.Una carrera por Dolomitas de 120km y 5800m+...pinta un planazo y un viaje de escándalo.

La "culpable" de esta locura

Pero como siempre, la vida te pone en tu sitio y lo que en tu cabeza suena de maravilla, se convierte en un lío de cojones. Principalmente, porque en este tiempo he sido padre por segunda vez (ouch!), algo muy bonito pero que te deja reventado, se acabó el dormir decente. Sigo adelante como si nada con los entrenos, sobre todo para callar las bocas de los del: "ahora si, con el segundo se te acabó lo del correr jaja" (qué gente más maja oye) y para demostrarme a mi mismo que es posible seguir, ya me organizaré como pueda. Y eso viene a ser, no dormir una puta mierda. A todo esto se suma que me quedo sin trabajo (doble ouch!), con lo cual noches en vela preocupado dando vueltas en la cama...y consigo un nuevo trabajo que me deja físicamente destrozado (triple ouch!).
Así que si sumamos la carga de entreno, la fatiga acumulada y el no descansar nada bien, la ecuación me dice que llego a la carrera como un jodido trapo.

El entrenamiento ha sido muy duro, he ido como una montaña rusa, con días muy buenos y otros desastrosos (esto es normal, pero ese nivel de cansancio no). Muchos, como un zombi arrastrándome en el monte. Por el camino han caído la Sakanako Ibilaldia (54k y 3300m+), EH Mendi Erronka (67k y 3700m+) y la Zazpimendi (42k y 2600m+). Y un último entreno de 72 km por las montañas de casa. En datos: 15 semanas de entreno específico con 1250km recorridos y 42000 metros ascendidos.
Es decir, llego con los deberes más que hechos, pero muerto porque no he podido recuperar como debería. Sinceramente, nunca había estado tan cansado.

Sufriendo en un mal día en la Mendi Erronka
Disfrutando de buenas sensaciones en la Zazpimendi
Rizando más el rizo, le sumaremos una noche casi sin dormir por el viaje (gracias por el retraso, Iberia) y una mañana de turismo por Venecia ideal para deshidratarse...porque si señores, estamos en plena ola de calor en toda Europa. Pinta muy bien la cosa...bien para que te de un chungo por ahí arriba, claro.

Da igual, soy optimista. Llevo meses entrenando con fatiga, la capacidad de sufrimiento la tengo bien desarrollada y el "modo zombi arrastrado" dominado. El calor me va relativamente bien. Y, sobre todo, cuando pillamos el coche de alquiler y vemos cómo el relieve se levanta, se me pasan los males...JO-DER vaya montañacas. Son Dolomitas, anda que no habré leído historias de estas tierras. Agujas y paredes que no tienen fin,  bosques enormes de pinos, salpicados de prados verdes, y arriba un paisaje lunar. Un placer para la vista.

Enamorado de los Dolomitas

Llegamos al valle y es una maravilla. Allí he quedado con un par de compañeros del Ultra Life Team (ULT), Óscar y Adrián. Y si hay suerte veremos también a David (@blogmaldito), con el que tengo muchas ganas de compartir km. Óscar ha tenido mala suerte, un esguince serio en el tobillo hace tres semanas le ha dejado al borde del KO. Lo va a intentar y me quiere acompañar todo lo posible, aunque sabemos que es muy difícil que aguante tanto. Además trae un super equipo que le irá haciendo asistencia en los avituallamientos. ¡¡Grandes!!

Vistas desde el apartamento de San Vito di Cadore

Todo lo demás transcurre con normalidad: recogida de dorsales, turisteo por los valles cercanos (subimos a Misurina a pasear y mover las piernas), nervios y calor, mucho calor. El sol trabaja a pleno rendimiento y el ambiente está muy cargado.

Paseando en familia por Misurina, con vistas a Lavaredo


Y así nos plantamos en el viernes a la tarde. La carrera sale a las 23:00 después de escuchar al gran Ennio Morricone (The Ecstasy of Gold) bajo el Campanile de Cortina d'Ampezzo...difícil imaginarlo mejor. Después nos esperarán 120km que sobre el papel parecen amables y correderos, hasta el 80 que el terreno se complica y, sobre todo...sigue haciendo un calor del demonio. En el valle estamos a unos 35º y por arriba no baja la temperatura y está todo pelado de árboles, con lo que no te puedes cobijar en la sombra. Habrá que regular mucho e hidratarse bien. Esa misma mañana Adrián ha hecho la carrera de 48k y nos da referencias de esa parte final, ya que la compartimos...se han tostado pero bien.



El "Bicho" que tenemos por delante

Lo dicho, llego a Cortina con un platazo de pasta en la tripa y más de tres horas de antelación. Hay que dejar la bolsa de vida que nos llevarán a Cimabanche (km 66) y quedar con los compañeros, tarea difícil porque somos 1800 corredores...hay mucho flaco vestido de fosforito. La espera se hace eterna...nervios y pensamientos de qué coño hago yo aquí. Lo de siempre vamos, aunque estoy muy motivado. Primero, me acompaña la familia, incondicionales, qué más puedo pedir. Me emociona verlos aquí, siguiéndome en esta locura y además me irán a ver a varios puntos del recorrido. Segundo, para variar, tengo un par de compañeros así que, una parte al menos, no estaré solo. Y tercero, no se si os lo he dicho, pero JO-DER, que montañacas. Si no estás motivado aquí, no tienes sangre en las venas.

Horas previas junto a Oscar

Ya con Óscar y bien pertrechados para la batalla (vamos ligeritos, por el calor nos han quitado un montón de material obligatorio) nos dirigimos hacia la salida, un poco tarde, tras despedirme de los míos. Queríamos salir adelante para evitar atascos, va a ser imposible. Escribo a David y conseguimos vernos, así que ya estamos los tres preparados, con una charla muy amena que va soltando los nervios. David no parece muy convencido, dice que llega justo de entrenos. Veremos cómo se va desarrollando la carrera, pero es una gozada volver a coincidir aquí con él.

Momentos de nervios

Van pasando los eternos minutos previos, de pie sin poder mover un músculo (literalmente), como en  una lata de sardinas. Huele a nervios, reflex, miedo (como siempre alguien suelta gases) y humanidad (tengo muchos sobacos a la altura de la nariz).



Empieza a sonar la canción y el momento es espectacular, todos callados repasando mentalmente lo vivido hasta aquí, esos días reventado que salías a correr, los amaneceres entrenando, los momentos buenos y toda la aventura que tenemos por delante, con la música de Morricone que te pone un nudo en la garganta... piel de gallina...que se pasa pronto, porque tenemos un fallo grande de la organización. La salida es un caos, no han puesto ningún corralito, ni nada que se le parezca, y en cuanto lanzan la carrera, cientos de corredores se meten por los laterales y la lían bien. Señores, que estamos en Italia, aquí no hay ley...esto hay que pensarlo mejor. Casi muero aplastado, parece una estampida de ñus.

No es la mejor manera de empezar. Muy mala educación de los corredores, cada uno va a lo suyo y no mira al compañero. Muchos se paran en mitad con los putos móviles o las camaritas de las narices...¿¿ Pero estamos tontos o qué?? Algunos dejan claro que para lo único que están aquí es para fardar. Tapones, empujones, pisotones...mal rato. Afortunadamente pasa rápido y como los tres primeros km van por asfalto, todo se regula. Eso si, nos tenemos que dar un calentón para recuperar posiciones y con el pulso a tope del susto que me he llevado. Mucha gente animando y buen ambiente, la cosa mejora y además vamos los tres juntos...no se ni cómo.

Empezamos a subir por buen camino, ascendiendo de manera cómoda. Somos tantos y el terreno está tan seco que vamos levantando una nube de polvo, bastante desagradable para respirar. Llevamos buen ritmo pero nos van pasando corredores por los lados como aviones. No se muy bien a dónde van, en una carrera tan larga derrochando energía de esas maneras. Yo voy concentrado en lo mío, llevar un ritmo bueno pero sin fliparme, cosa difícil porque la gente anima a ir más deprisa, y controlar un poco al "rebaño". Óscar va con muchas ganas y se le ve muy fuerte, pero me preocupa que el ritmo sea muy fuerte para David, así que voy mirando hacia atrás para no perderlo y ver que sigue con nosotros. En una de esas, ¡zas! torcedura de tobillo...de noche con el frontal no se puede ir cambiando la vista tanto, me la estoy jugando. No parece nada pero se me queda dolorido bastante rato.
Los ritmos se van regulando y llegamos a la primera bajada fuerte, prestando mucha atención: de noche, con piedras y raíces y carril estrecho. Voy bajando lento, tanto que a veces no puedo seguir a Oscar (que va medio cojo, joder), pero prefiero no cagarla y asegurar, además todavía me duele bastante el tobillo. Nos siguen pasando corredores por todos lados, con muy mala educación, algo que veo mucho últimamente en las carreras. No hablan, ni piden paso, simplemente pasan, les da igual que estés tu en medio, solo pareces un estorbo. Uno de ellos me empuja y golpea de manera descarada y casi me voy al suelo...le recito con amor toda la lista de palabras malsonantes de nuestro bello idioma, puño en alto y a pleno grito...y es que es fácil, si no te quieres convertir en un "trailrunner de mierda", solo tienes que seguir tres sencillos pasos:

1)  No seas cerdo, (con perdón para los cerdos, los animales, claro) y todo lo que lleves que vuelva contigo o que se quede en una papelera o lugar habilitado. Muy "listos" los que van tirando toda su mierda, pero no entiendo qué hacen  en el monte ensuciando, mucho no les gustará si lo tratan así. ¡Oink!
2) Si vas a pasar a alguien, ¡¡habla!! No hace falta que le recites a Góngora, pero, joder, pide paso o di un :voy, izquierda, derecha. Si, ya se que eres muy "pro" y en las milésimas que pierdes con eso igual se te va el record de la prueba, pero no cuesta tanto y quizá evites un accidente.
3) Los bastones. A ver, figura, crack, monstruo, mastodonte. Que igual es la primera vez que los usas, pero estaría bien no sacarle el ojo a algún compañero o ensartarlo a lo pincho moruno. Controla las puntas y si no los estás usando, que vayan hacia adelante que así las ves bien.

Parecen cosas de sentido común y educación...pero no, cada vez se ve más en las carreras, una pena todo. Tremenda la cantidad de envoltorios tirados, empujones y golpes en las bajadas y bastonazos que me he llevado en las últimas carreras. Y si dices algo, hasta te miran mal. Mucho flipado por estos lugares.

Enfin, tras el incidente, seguimos el descenso, pero pierdo a David. Miro atrás y no lo veo (luego sabré que ha parado a cambiar aguas). Joder...¿pero cuándo?...no me mola nada haberlo dejado atrás. Sigo con Óscar por camino muy cómodo, así que disfrutamos el momento. Ahora hay mucho hueco para correr y pasados esos primeros km tan raros, me voy ubicando y encontrando mejor. Hasta entonces las sensaciones eran bastante extrañas. Tras una cuesta vemos a los compañeros de Óscar, nos da un buen subidón con sus ánimos y al poco llegamos al primer avituallamiento (Ospitale, km 18). Repongo agua, como algo y a seguir. Hasta aquí la temperatura ha sido agradable, algo cálida para ser de noche, aunque aceptable. Pero en este punto hace un frío tremendo y mucha humedad. Empezamos una subida larga y tiesa hasta Son Forca (km 25) y vamos pasando del calor al frío en cuestión de minutos. Hasta que salimos a un claro y estoy congelado...pero vamos a ver, ¿¿no iba a hacer calor?? Descolocado, no se qué pasa y me preocupo...no se si llevo suficiente ropa, sobre todo para los collados altos...y el frío a mi me mata. Pero caigo en que el culpable es el río. Baja muy fuerte y del deshielo, con lo que la sensación térmica cuando nos acercamos cae en picado. Otro problema que me encuentro: me estoy durmiendo. No me suele pasar, pero tengo un sueño de la leche. Intento concentrarme para que se pase, pero veo borroso y se me cierran los ojos.

Con todos esos pensamientos, no me he ido fijando en que Óscar va muy callado. Mala señal. Le miro y va muy concentrado en sus sensaciones. Peor señal. Le pregunto y me confirma, le duele mucho el tobillo. En el km 33 le están esperando sus compañeros y le van a reforzar el vendaje que lleva, pero ya me voy oliendo que se va a quedar allí. No lleva buena cara, en las bajadas le molesta mucho y va cargando otras partes para proteger el tobillo. Los senderos son muy buenos para correr, pero le veo sufrir y muy centrado en las molestias. Vamos genial de ritmo y tiempo, pero con ese panorama no tiene sentido seguir, son demasiados km los que quedan. Llegamos al avituallamiento del km 33 y me encuentro genial. Me tomo un par de caldos con fideos, galletas y repongo agua, mientras a Óscar le están revisando el pie. Intento bromear un poco pero el ambiente no está para eso. Pasa el rato y me estoy quedando helado, así que decido seguir...más que nada porque ya se lo que va a pasar. Me despido con mucha pena y justo cuando voy a salir llega David, así que le espero y salimos juntos.
Me he quedado muy frío, pero entro en calor rápido. Además vamos de charleta y paso un rato muy agradable repasando un montón de temas, a pesar de que voy tocado por lo de Óscar. Es un placer compartir unos km hablando de tantas cosas con alguien con el que coincides en muchas cosas. Y así poco a poco nos va amaneciendo. Vamos ganando altura y podemos ver las primeras luces sobre los picos, vaya lujo de vistas. Casi sin enterarme estamos ya en Misurina (km 42), a lo tonto llevamos ya un maratón en las patas, un tercio de carrera y ha pasado ya la noche. Y voy muy fresco, gran señal.

Primeras luces sobre Misurina
Foto de @blogmaldito

 Ahora viene una subida potente hasta el Refugio Auronzo que nos pondrá justo debajo de las Tres Cimas de Lavaredo, el emblema de la prueba. Intento apretar un poco el paso, las subidas son lo mío. Y veo que David no va muy fino. Él me lo confirma, me dice que si puedo tire sin problemas, que no va bien. Entre las dudas que traía y cómo le veo ahora, tampoco quiero presionarle quedándome y que siga un ritmo con el que lo pase mal. Poco a poco me voy distanciando. Una pena, pero he disfrutado mucho a su lado. Ahora me concentro en la subida, poniendo ritmo crucero y adelantando a muchos corredores. Voy realmente bien de cuerpo y cabeza, con grandes sensaciones. Llego al refugio (km 48) un poco con la reserva activada, pero un par de caldos con fideos, pastas, chocolate y pan con mermelada me dejan como nuevo. Listo para seguir. Aprovecho para escribir al grupo de ULT y llamar a la familia, estoy muy animado y tienen que saberlo.

Foto con el Valle de Auronzo, voy más fresco que una lechuga
Además, las vistas son espectaculares. Una fina niebla cubre el valle de Auronzo, visible al fondo con su gran lago. Y por encima, agujas levantándose hacia el cielo. A mi espalda, los paredones de Lavaredo...encojen el alma.

Más agujas que un sastre, cómo no voy a disfrutar
Sigo por muy buen camino hacia la Forcella Lavaredo, pasando a varios corredores, incluso en bajadas. De vez en cuando nos da el sol, se ve que hoy va a calentar con ganas. Pasamos a la cara norte y las paredes de Lavaredo nos saludan en todo su esplendor, un sitio verdaderamente mágico y que se queda grabado en la memoria.

No puedo parar de sonreir
Por la cara Norte de Lavaredo, sitio mágico

Toca ahora bajar al valle y llegar a la bolsa de vida de Cimabanche, con lo que habremos recorrido algo más de la mitad de la prueba. Al principio por buena pista que se va convirtiendo en camino traicionero, típico de montaña, con muchas piedras, así que me lo tomo con calma. La bajada se me hace pesada y larga hasta el valle y cuando llegamos abajo todavía más. Nos meten por una pista en ligera subida, cuesta trotar bajo el sol que ya pega que da gusto...y estamos todavía a primera hora del día, no me quiero imaginar lo que va a ser luego. Se hace eterno hasta llegar a Cimabanche (km 66), aunque pienso en lo fresco que voy a estas alturas de carrera y me animo. Y además voy a ver a los míos, qué ganas tengo y menudo recibimiento me dan. Les toca trabajo a ellos: ayudarme a reponer agua, cambiarme de ropa, comer y beber como debo y darme abrazos, ánimo y mimos. Eso no se paga con dinero.

Saliendo como nuevo de Cimabanche. Empieza la carrera de verdad

 Intento no entretenerme mucho y salgo lo antes que puedo, totalmente renovado. Pero vaya tela cómo pega el sol (son las 9 todavía). Intento quitar pensamientos negativos de la cabeza y mientras subo a la Forcella Lerosa (km 71), voy dándole vueltas y meditando bien cómo voy a correr en el valle de Travenanzes, aunque aún me queda lejos. Para mí ese punto es la clave de la carrera: una subida larguísima y dura, que me tocará a mediodía con mucho calor. La estrategia será muy importante para no reventar. Voy buscando las escasas sombras mientras me pasan algunos corredores como motos...no lo entiendo porque voy bien, hasta que les miro el dorsal y veo que son de la carrera más corta (Ultra Dolomitas, corta de 87k jaja), han salido hace no mucho y van frescos. Buff, no me cuadraba. En modo reserva otra vez, voy bajando al refugio Malga Ra Stua (km 76), entre prados y vacas. Avituallo bien, me siento un poco y me refresco lo que puedo. Y rápido a continuar hacia abajo, por camino a ratos complicado para estas alturas, aunque entre árboles que nos dan buena sombra.

Seguimos bajando y bajando hasta el Pla de Loa (km 80) y allí nos desviamos hacia Travenanzes, el valle que dictará sentencia en la carrera. Al principio me sorprende que vamos por sombra y muy buen camino. Llamo otra vez a la familia y les comento la estrategia: aunque me vea muy bien de fuerzas, voy a hacer muy tranquilo esta subida, porque reventar aquí es decir adiós a la carrera. Prefiero perder tiempo que joderla. Así que pienso llegar más tarde al Col de Gallina, donde hemos quedado. Pasamos por Ponte Alto, un puente que cruza una foz escavada por el río, donde miro hacia abajo y no veo el fondo, espectacular (tiene bien puesto el nombre). Y a partir de aquí la cosa cambia, camino más complicado y sol todo el rato. Voy muy despacio, con mucho respeto. Vamos cruzando ríos constantemente y me paro y remojo cabeza y cuerpo, además de beber. Sabe a gloria. Así voy siguiendo el ritual en cada río y aunque vaya lento, consigo hidratarme bien y no tostarme.

A la fresca, qué gusto pasar los ríos

Miro hacia arriba e intuyo por dónde sube el camino (jaja, me río por no llorar, qué suplicio nos espera). Me pasan muchos corredores que van a tope. Yo a lo mío. Chino chano, paso a paso. Llegamos a unos llanos, que realmente son el cauce de un río, desagradable de andar porque hay mucha piedra. Se hace eterno pero no cambio la estrategia, es momento de cabeza fría y aguantar. Me veo un poco con flojera, pero es que el calor aprieta mucho. A mitad de valle (de eterno valle) pasamos por un pequeño refugio donde unos voluntarios nos obsequian con queso y salchichón, que devoro. Y me meto casi entero en una fuente. El valle es increíble, está todo muy verde y contrasta con el gris de las alturas. Varias cascadas caen a nuestros lados. Precioso.

Valle de Travenanzes, espectacular
La comida me ha dado muchas fuerzas (¡viva el queso!) y me voy encontrando genial. Me duelen horrores los pies, voy asado, pero voy pensando en bromear con la familia y el grupo de ULT, lo que significa que voy bien. La última parte se vuelve a endurecer. A lo lejos (muy lejos) se dibuja en el cielo el perfil de una montaña...intuyo que hay que llegar hasta allí...queda un mundo (pasar el horizonte como unas tres o cuatro veces más), pero voy muy a gusto y ahora pasando yo a otros corredores. Los veo reventados, muy mal. Mi estrategia ha funcionado. Llego por fin al Col dei Bos (km 92) y sin parar tiro para abajo, por buena pista, a lo que me dejan las patas. Da gusto correr tan bien y voy pensando en abrazar a la familia. Aunque hay una pequeña trampa, porque después de bajar, toca subir una buena cuesta a pleno sol. Ya me voy dando cuenta de que les encantan las sorpresas.

Tirando con fuerza en las cuestas
Sigo pasando a muchos corredores y tras una bajada bastante tiesa llego con mucha fuerza y ganas al Col de Gallina (km 95) donde me espera la familia y un montón de gente animando. Pero es entrar en la carpa del avituallamiento, sentarme y empezar el agobio. No se si es el calor, cansancio o el panorama que veo alrededor, pero no puedo respirar bien. Mi mujer lo ve enseguida y trata de distraerme, pero no hay manera. Necesito la seguridad del médico. De camino a la enfermería me veo más fuera que dentro de esta carrera, lo doy por perdido, pero en ese momento lo que me preocupa es mi salud. Entro en la carpa de la Cruz Roja, le explico lo que me pasa a un enfermero y me dice "ahhh, fatiga respirare", se lo canta a los médicos y enseguida me tumban en una camilla, con mi mujer esperando en la puerta. Estoy convencido que si no me dan el "OK", va a entrar a explicarles que no puedo abandonar, que no les he dado semejante coñazo durante meses para esto. El panorama es dantesco, parece un campamento militar en plena batalla. Gente vomitando, con vías de suero, otros por los suelos, ampollas, mareos...y reconozco a varios de los que me han pasado a toda leche bajo el sol. Me atienden muy rápido, aunque estoy de lujo tirado en la camilla. Primero me miden la saturación de oxígeno y el pulso (49 ppm), todo perfecto. Luego, la tensión, también dentro de lo normal. Por último, me incorporo para que me osculte pecho y espalda y oiga los pulmones. Todo "OK" dice...pues nada, si todo "OK" ¿¿sigo no?? Me mira con cara de "estás fatal de la cabeza" y me dice que me esté un momento tumbado y que si estoy bien siga. Pues dicho y hecho. En 5 minutos ya estoy con las zapatillas puestas y comiendo y bebiendo. El descanso me ha venido muy bien y se me ha ido la paranoia y el agobio con la visita al médico. Estoy muy cansado, si. Pero qué quieres mi chico, si llevas 14 horas y con este calor. Todo en orden. Me despido de la familia y sigo con mucha prudencia. Vuelvo a recalcular la estrategia. Viene una subida bastante dura hasta el refugio Averau, así que mucha calma, no la vayamos a cagar. En algún momento me vuelve a entrar mucho sueño y tengo tentaciones de tumbarme entre los arbustos. La pendiente y el camino son duros, pero conforme asciendo me voy encontrando mejor y recuperando sensaciones.

Volviendo a las buenas sensaciones...vaya lujo de vistas
Al llegar al refugio (km 98) veo una silla tipo hamaca y tras beber bien de agua me acomodo un momento. Todo un lujo, por el descanso y las vistas hacia las Cinque Torri. Aprovecho para llamar a mi mujer y tranquilizarla, me lo oye perfectamente en la voz, el ánimo y las fuerzas son otros a los que tenía 500m más abajo...nos descojonamos mientras estoy tumbado con vistas. Al poco estoy trotando cuesta abajo, otra vez con alegría en las piernas, en breve llegaré al Paso Giau (km 102), último punto para ver a los míos, no sin antes tener un par de regalos (de esas sorpresas que les gustan) en forma de cuestas infernales bajo el sol y un golpe en el tobillo con una piedra que me deja medio cojo. Ya por fin, en bajada clara, me lanzo y al final del camino veo a mi suegro, a mi hijo y a Adrián...han venido todos a verme, qué subidón. Cojo de la mano a mi peque y hacemos juntos trotando el camino hasta el avituallamiento (casi me tira, voy madurito).

El mejor momento de la carrera

Un buen tramo trotando con "ayuda externa"


Subidón al ver a Oscar y sus compañeros


Llego y me saludo con todos, qué alegría verlos aquí. Compartimos unos minutos que me dan la vida y quedo con ellos abajo. Son todavía 18 km, con dos subidas potentes. Pero ya se que tengo la carrera en el bolsillo. Ahora si, con ese pensamiento, me dedico a disfrutar y saborear lo que queda. Voy dando todo lo que tengo, sin reservar. Paso a muchos corredores en las subidas y hasta en las bajadas. De hecho, tras subir dos cuestas potentes, me equivoco y creo que ya es todo bajada hacia Cortina y al descubrir que queda una subida más, no me importa, voy super motivado y a tope. El último descenso se hace por buen camino y me dejo llevar, ya viendo Cortina al fondo del valle, poco a poco con más confianza, pero a unos ritmos que no pensaba que podría llevar a estas alturas. Tras pasar por el refugio Croda di Lago (km 110) nos metemos en un bosque y en el teléfono móvil me entran datos y me empiezan a llegar mensajes de ánimo. Me paro un momento a leerlos y se me saltan las lágrimas con el seguimiento que ha estado haciendo la gente de mi carrera (mil gracias en especial a @Novatillototal). No sabéis lo que animan estas cosas.

Ánimos que te refuerzan

Mi cara lo dice todo
Mando una foto respondiendo y se me ve feliz. Y ese es un buen resumen de la carrera, porque a pesar de las dificultades y algún momento malo, me lo he pasado que te cagas, he disfrutado de paisajes de cuento y me he visto muy fuerte.

Ya en el bosque, la pendiente se hace muy fuerte, tanto que muchos tienen que ir andando. Yo voy con piernas de sobra y saboreando el momento. No hago mas que pasar gente y pensar en que ya lo tengo hecho. Me gustaría celebrarlo de manera especial, hacer un homenaje a mi familia. Sin ellos nada de esto sería posible ni tendría el mismo valor. No solo me entienden y apoyan, sino que me acompañan y tiran de mi en los momentos malos. No puedo pedir más.
Salimos del bosque y pillamos asfalto, muy cómodo para correr y dejarte llevar. Vamos pasando por los pueblos cerca de Cortina, con voluntarios y gente que no para de aplaudir y animar con admiración, al grito de "¡bravi!" (Una pasada durante toda la carrera, voluntarios y todo el valle volcado con la carrera, un 10). Encaramos las últimas calles, cuesta arriba (más sorpresas, no lo iban a poner fácil). Llevo a alguien pegado a la espalda desde hace rato. Le miro y me da las gracias por haberle hecho de liebre a esos ritmos (al parecer iba tocado y le ha venido de lujo). Ya en la calle principal le hago gesto para que me pase. Me dice que no, que solo faltaba. Pero le digo que quiero disfrutar el momento tranquilo y con la familia.
Recta de meta tras saludar a @blogmaldito

Voy chocando manos y aplaudiendo a la gente...y en esas veo a David con su pareja. Vaya subidón, alegría enorme verles ahí. Me paro a saludarles y continúo chocando manos, cuando veo a mi mujer gritando. Los peques están dormidos, pero el abrazo que le doy no se me olvidará nunca.



 Y totalmente feliz, voy a por los últimos metros. Hago gestos al público para que anime con todo lo que tienen, choco a todo el mundo las manos y grito. Después de tantas horas y km, me he ganado este momento. Porque el camino hasta aquí ha sido verdaderamente duro. Porque he disfrutado como pocas veces lo había hecho. Porque llegar así, tan entero, después de 120 km es increíble. Porque me he demostrado muchas cosas y he vencido muchos miedos. Porque tengo una familia que no me la merezco. Y porque...JO-DER, qué montañacas

Meta, aprieta los puños que te lo has ganado
Felicidad absoluta

Carrera que me deja un gran sabor de boca y que sin duda recomiendo a todo el que se la plantee. Buena organización (salvo el fallo de la salida), voluntarios entregados, todo un valle volcado con la carrera, paisajes de ensueño, terreno muy corrible para el tramo nocturno y más de montaña para l última parte. Cosas a mejorar, por supuesto, pero una gran carrera en un sitio espectacular.

Dar las gracias a mi familia y amigos, a Ander de Centro Kunap que me ha tratado de lujo, a Tailwind por esa energía extra que aporta y por el apoyo de este año y a todos los que me habéis animado y seguido. Y a Oscar y David...nos debemos una.

Me he ganado la chaqueta "finisher"

miércoles, 22 de agosto de 2018

Gran Trail Aneto-Posets (IV)


Stairway to heaven. Foto: GTTAP


4. El final. La meta no vale nada sin el camino.


Mueres y resucitas. Unas cuantas veces. Así son este tipo de carreras: pasas por momentos en los que no puedes dar ni una zancada, vacío de energía, y sin saber muy bien cómo, consigues recuperar el ánimo y las fuerzas para seguir. Cada vez que caes, sale esa parte insegura que tenemos y piensas que no vas a poder superar lo que te queda y que es mejor que te retires. Es un mecanismo de defensa para que pares con esa tortura y tanto el cuerpo como la mente puedan descansar y dejen de sufrir.
Por eso es importante conocerse, saber aguantar y no perder el control cuando vas mal. Si entiendes que te enfrentas a algo mental, es más fácil cambiarlo y darle la vuelta.

El Posets nos vigila. Foto: GTTAP

Yo, normalmente, soy capaz de acallar esa parte insegura, pero cuando paso una mala racha o estoy muy fatigado, puede que ésta tome el control. Por suerte, hay otra parte de mí casi indestructible, trabajada durante muchos años y experiencias, capaz de conseguir lo que se propone y llevarme a donde quiera, que me ayuda a renacer y a superar estos malos momentos. Esa es la pelea que se da en lo más profundo de tu ser. Y así, cayendo y levantándote unas cuantas veces, llegas a un estado en el que tu cabeza se va apagando y es tu cuerpo el que tiene que seguir, poniendo una especie de piloto automático que te va guiando mientras lo que hay alrededor pasa a un segundo plano. Solo existe el camino, nada más. No ves flores en las praderas, ni estrellas en el cielo. El frío deja de afectarte y el calor no te molesta. No sientes el paso del tiempo. Apenas te quedan sentimientos o emociones. Simplemente sigues.

Las nubes juegan con nosotros. Foto: GTTAP


El terreno que me queda no es sencillo. Primero, una dura subida al collado de la Forqueta, el más alto de la prueba. Luego, una bajada para intentar recuperar lo que pueda hasta el refugio de Biadós y otra subida, algo más cómoda, pero muy larga y de noche, hasta el collado de Estós. Y para terminar, hay que recorrer un larguísimo valle, casi todo en bajada y por mejor senda, hasta Benasque. Pero, sobre todo, lo que tengo por delante son muchas horas de esfuerzo, con gran fatiga, malestar de estómago y en solitario, que lo hace todo más difícil a estas alturas.

El paraíso. Foto: GTTAP

Entonces ¿por qué no me retiro? Lo más cómodo es irse para abajo y descansar. Soy una persona prudente y nunca me ha temblado el pulso si he tenido que darme la vuelta en la montaña. Pero esta vez es diferente. No me encuentro bien de tripas, cada vez tengo más náuseas, pero físicamente, una vez recupero el calor corporal, no estoy tan mal y es más una cuestión de bajón mental. El tiempo no es bueno, muchas nubes y algo de lluvia, pero no creo que me obligue a darme la vuelta. Y tengo muchas horas de margen para poder llegar a meta. Hay que intentarlo.

Por terreno "fácil". Foto:GTTAP

Una vez  cambiado el chip, de ir marcando unos tiempos a simplemente terminar cuando sea, la cabeza y el cuerpo se relajan. Voy ascendiendo poco a poco, muy lento, y me cruzo con unos voluntarios que bajan y que me dicen que arriba está lloviendo. ¡Más lluvia no por favor! Al rato, un corredor baja en retirada y en vez de animarme a seguir, intenta convencerme de que me de la vuelta, dándome un montón de escusas. Lo tengo muy fácil para irme con él, pero todavía no ha llegado mi momento.
Tengo el estómago cerrado, no puedo comer ni beber y conforme asciendo me encuentro peor y más débil. En mi cabeza solo se dibuja el siguiente objetivo, subir al collado. En este instante esa es mi obsesión y vivo solo para eso. No hay lugar a otros pensamientos. Solo existe el collado. Las náuseas hacen que de vez en cuando tenga que pararme y apoyarme en las rodillas mientras respiro, pero sigo adelante.
Paso por un lago que todavía está helado, un lugar espectacular rodeado de crestas con las que juegan las nubes y los rayos de sol, y encaro la última subida. ¡Qué frío hace! El viento parece que corta. Allí arriba está el collado, elevándose hacia el infinito, y puedo distinguir a los voluntarios entre la nieve. Continúo sin pensar demasiado, esa es la clave, y a duras penas consigo llegar, en lo que me parece una eternidad. Me reciben abrigados con mantas, mientras me ofrecen un té caliente que me templa un poco, y me animan a continuar rápido hacia abajo porque me estoy quedando congelado.

Se va apagando el día. Foto:GTTAP

Empiezo a bajar, muy torpe, y a los pocos metros me resbalo en la nieve y caigo, aunque sigo deslizándome para no parar. Llego a un camino muy pendiente pero bastante bueno y comienzo a bajar mejor, recuperando sensaciones.
La soledad es brutal y el sol se está metiendo entre las montañas, no se cómo lo voy a hacer para superar la segunda noche. Intento correr pero no puedo, no por las piernas cansadas o la tripa, que ahora está mejor. El cansancio hace que lleve un tiempo viendo todo un poco borroso y no consigo enfocar bien la vista en el suelo, con lo que si corro puedo caer.

Anochece. Soledad. Foto:GTTAP

La noche llega pero las sensaciones son buenas ahora y me veo animado para intentar la última parte. Llego al refugio mejor de lo que esperaba, con energías renovadas, como y bebo lo poco que puedo mientras bromeo con los voluntarios, que no paran de reírse conmigo. No me puedo entretener mucho y tengo que aprovechar que ahora me siento mejor, así que salgo rápido para encarar la última subida.

Avituallamiento de Biadós. Unas risas no vienen mal. Foto:GTTAP

El camino va por una ladera inclinada y pasa por numerosos barrancos. Miro hacia abajo con el frontal pero no consigo ver el fondo, mejor no caerse aquí. Empieza a llover otra vez, con lo que la roca se pone muy resbaladiza. Además, lo que he comido me ha sentado como una patada y aunque voy aguantando, las sensaciones empeoran. Veo las luces de unos corredores no muy lejos e intento alcanzarlos, con la esperanza de ir acompañado y tener algo de conversación que me permita pensar en otras cosas, pero soy incapaz de llegar a ellos.
Empieza una pendiente muy fuerte y siento que no tengo un gramo de fuerza, me encuentro fatal. La subida no termina nunca, pero no puedo detenerme a recuperar porque me quedo congelado. Voy mirando el altímetro para irme fijando objetivos, pero la altura no sube. Sigo andando y apenas cambia, no avanzo y me desespero. ¡Pero qué me pasa, si lo que se me da bien es subir!.
Estoy solo, de noche en mitad de la nada, congelado, mal de tripas y con mucha fatiga. Pienso que me voy a morir allí mismo, en cualquier momento, sin que nadie lo vea y me ayude.
Pero entonces, a lo lejos, consigo distinguir una luz en lo que parece un collado, recortado entre las nubes y el cielo estrellado. En ese momento, me doy dos tortas en la cara y me digo: "Déjate de tonterías, allí está el collado, si llegas lo tienes hecho, tira para arriba". Me concentro en la respiración y voy acercándome a la luz de los voluntarios, que es como un faro en mitad del océano. Bajan a recibirme y a animarme, ¡qué gran labor están haciendo! Lo más duro ya está hecho y el haber llegado hasta ellos me ha vuelto a dar energías.

Sin apenas detenerme, empiezo a descender por el valle y comienzo a tener alucinaciones. Oigo conversaciones que creo que son reales y veo gente por todos lados. Los troncos me parecen personas que me miran y no me hablan, ¿Por qué no me hablan? ¿Les habré hecho algo? Y paso varios bloques enormes de piedra que estoy convencido que son el refugio, desesperándome cuando descubro la realidad. Son los efectos de llevar casi cuarenta y ocho horas sin dormir y con esa paliza en el cuerpo. Si me concentro en la luz de mi frontal, me quedo dormido. Me parece que llevo semanas corriendo mientras las sombras se mueven y las piedras me hablan.
Por fin, llego al refugio, aunque ya no se ni quién soy. Me reciben con una manta, un caldo caliente y una silla que debe ser el lugar más cómodo del mundo. ¡Qué bien se está! No pasa nada por cerrar un rato los ojos, ¿verdad?. Un grupo de tres corredores sale en ese momento para Benasque, así que me levanto, me despido de los voluntarios y me voy con ellos para no hacer la última parte solo. Varias veces me quedo dormido mientras ando, pero con las breves conversaciones que tenemos nos vamos despertando los unos a los otros. Vamos ya todos muy tocados y seguimos por inercia. Enciendo el teléfono móvil y por fin puedo hablar con la familia y decirles que en un rato voy a llegar, pero no tengo ningún tipo de emoción, solo sueño y cansancio, que son tan intensos que no dejan lugar a otros sentimientos. Como estamos medio dormidos, el camino se nos pasa rápido, aunque nos cueste casi tres horas esta sencilla última parte.
Y de repente, vemos las luces de Benasque, mientras el cielo comienza a clarear. Ahora sí, sabemos que lo hemos conseguido.
La cabeza vuelve a conectar con la realidad y me lleno de emoción mientras lloro:
Emoción por ver a la familia que me está esperando en meta. Por terminar un proyecto tan grande y de tantos meses. Por haber peleado tan duro, hasta el final, durante tantas horas. Por haber muerto y resucitado hoy tantas veces que me sería imposible contarlas. Por volver siendo una persona diferente a la que comenzó la carrera, enriquecido con todas las experiencias vividas en esta aventura.
Mi mujer y mi hijo están durmiendo, pero agarro la mano de mi sobrino y voy con él a por el último esfuerzo. Se terminó el camino. Es increíble de lo que somos capaces. Lo he logrado.

Meta con mi sobri.

Hoy la meta no me aporta, aparentemente, nada, más allá del descanso. No hay una explosión de alegría. Pero mi cabeza vuela rápido hacia aquel día que decidí apuntarme a esta locura, a todos estos meses de entrenamiento, con sus buenos y malos momentos, a esas preciosas salidas por montaña que tanto me han aportado, a los amaneceres que he podido vivir y a las horas de noche corriendo entre los árboles. Todo lo que he aprendido de mi mismo y todos los obstáculos que he salvado en este tiempo. Y también hace un repaso a la carrera, con esa salida tan tensa y complicada, lo bien que me lo he pasado durante muchos kilómetros, lo duro que he peleado otros tantos y todos los paisajes de ensueño que llenan mi cabeza. Me he vuelto a encontrar y a saber quién soy y he vivido una experiencia increíble. Eso es lo que me ha aportado la meta, todo el camino recorrido hasta llegar a ella. Porque la meta no vale nada sin todo ese camino, que hay que saber apreciar y valorar. Eso es lo bonito.
¿Ha merecido la pena esta aventura?
Sin ninguna duda.

Un trozo de madera que representa un sueño

P.D.: Después de abrazar a mi mujer y mi peque, dormir un rato y ponerme hasta arriba de comer, lo primero que hice fue buscar a Ana entre los voluntarios. Le presenté a mi familia y el abrazo que nos dimos lo recordaré siempre. Los voluntarios de esta carrera son únicos.

viernes, 17 de agosto de 2018

Gran Trail Aneto-Posets (III)


Movimiento, mi manera de entender la vida. Foto: Pic Comaloforno, año 2014

3. Al Refugio Ángel Orus. Cuando caes te encuentras a ti mismo.


Mucha gente piensa que estamos locos y que lo que hacemos no tiene ningún sentido. Con lo primero estoy bastante de acuerdo, algo nos falla ahí arriba. Con lo segundo no, pues precisamente así, haciendo lo que nos gusta, damos sentido a nuestra vida: disfrutar haciendo deporte, llevando nuestro cuerpo al límite por sitios que no muchos pueden pisar.
En esos momentos, cuando estás cerca del límite, puedes aprender muchas cosas sobre ti mismo y sobre cómo encarar la vida, que te sirven para tu día a día y para verlo todo de otra manera. Lo importante es no parar, esa es nuestra naturaleza y así es como nos sentimos vivos.
Yo no pienso con claridad hasta que mi corazón alcanza pulsaciones altas, la respiración se acompasa y todo fluye. Me sirve para concentrarme y ver lo que realmente importa y lo que no. Somos movimiento.

Una de tantas madrugadas entrenando para el GTTAP


Pasar por Benasque a mitad de carrera es una putada, con todas las letras. Ves a tu familia y te quieres quedar con ellos, te descentras de la carrera pudiendo cometer errores más fácilmente, te enfrías y tienes la posibilidad de retirada y descanso al alcance de la mano, por lo que muchos terminan aquí su aventura. Yo voy bien y tengo muy claro que voy a seguir, pero el hecho de que ochenta corredores, un tercio de los que quedamos, se retiren en este punto, lo dice todo. Muchas horas de sufrimiento en las piernas y todo lo que te queda por delante te tiran para atrás.

Llego entre aplausos y me reciben con todos los cuidados posibles. Así da gusto. Lo primero es comer algo y beber. Vengo un poco pasado de vueltas por estos últimos kilómetros a tope bajo el sol y necesito recuperar bien. Luego hay que reordenar bien todo el material, lavarse un poco y cambiarse de ropa. La sensación es que hay que salir rápido de allí, porque si no te va a atrapar la pereza. Antes de que se me haga más duro, me levanto, me despido y salgo dirección Cerler. Tenía que haber comido más y con más calma, luego lo voy a notar.

Llegando al control de Benasque
Descansando y reponiendo fuerzas con los míos

La mayor parte del camino es por bosque y se agradece, porque el sol pega de lo lindo. Sigo concentrado y animado, aunque me voy notando un poco con "flojera" en la subida. El cuerpo apenas me deja trotar y hago casi todo andando. Me empiezo a cruzar con los corredores de la Maratón de las Tucas, que hacen este tramo en sentido inverso, y a partir de aquí será un no parar, pues son unos 1300 corredores y durante más de cuatro horas no paro de saludar gente. Parece el día de la marmota y terminas hasta las narices de decir siempre lo mismo, por mucho que la mayoría te animen. Casi todos respetan mi paso, pero alguno está a punto de tirarme, ya voy muy maduro a estas alturas.

Caen algunas gotas, que ahora son bien recibidas, porque refrescan el ambiente. Toca bajar a Eriste, donde me vuelven a esperar los míos, por camino cómodo y con mucho público que anima, así que voy trotando a gusto. Voy muy bien de tiempo y si sigo así creo que puedo hacer buena marca. Llego al avituallamiento y otra vez subidón con la familia, pero me da mucha pena irme y no lo quiero posponer demasiado.

Con mi sobrino hacia el avituallamiento
Despedida y otra vez para arriba

Como y bebo muy poco, no todo lo que debería, y me lanzo para arriba con pena y miedo, pues empezamos la subida más dura de la carrera, hasta el collado de la Forqueta, que es la clave de la carrera. Seguir aquí significa volver a abandonar la comodidad del valle y empezar de nuevo la aventura, y con más de quince horas de carrera se hace muy duro mentalmente. Si consigo llegar al collado, la carrera está prácticamente hecha. Miro hacia arriba y no me gustan las nubes que veo y en cuanto se abre un poco el camino, veo la zona de Benasque, sobre la que está cayendo un chaparrón importante. Nos vamos a volver a mojar.

Voy ganando altura y cada vez me encuentro más flojo y con menos ritmo. A mitad de subida está el refugio Angel Orus y solo pienso en llegar, descansar y reponer fuerzas. Pero cometo dos errores que van a  marcar el futuro de la carrera: el frío y el hambre. Parece que con lo primero no debería haber problema, porque hace calor. Pero estamos en montaña, el tiempo cambia muy rápido y conforme asciendes la temperatura baja. Como me dijo un amigo, los que somos muy delgados tenemos el problema de la hipotermia en estas pruebas y hay que tener cuidado: entre el cansancio y la paliza que lleva el cuerpo y las pocas reservas de grasa que tenemos, el frío nos afecta mucho. Además, comienza a llover otra vez, hasta convertirse en una ducha que me va calando hasta los huesos. Empiezo a tener mucho frío, me paro y me pongo la chaqueta impermeable. Pero ya es tarde, voy calado y helado.

Subida por el valle de Eriste. Foto:GTTAP

El hambre también la gestiono mal. Voy justo de gasolina y en vez de parar y reponer fuerzas, decido seguir hasta el refugio y comer allí. Voy muy lento, me alcanza un grupo de seis y apenas soy capaz de seguirlos. La subida se hace eterna y el maldito refugio no llega nunca. Pasan cuestas, curvas y un bosque interminable y por fin aparece a lo lejos.

Llegando al Refugio. Foto: GTTAP

Llego muerto, me siento en una silla a descansar y me quedo congelado. Intento comer algo pero ya las tripas no van del todo bien, no me entra nada. Estoy entrando en hipotermia. Los voluntarios me cuidan, me dan caldo con fideos y me animan, pero no hay manera de levantar este cuerpo. Empieza otra vez a llover con mucha intensidad.

Me meto un rato en el refugio para entrar en calor e intento llamar por teléfono a la familia, pero no hay cobertura. La cabeza se está desbocando y estoy perdiendo el control, necesito algo rápido que cambie mi mente. Estoy mal, muy agobiado, sabiendo cómo y dónde estoy y todo lo que me queda por delante, más de cuarenta kilómetros y terreno muy duro, más en estas condiciones. No me veo capaz y parece que la carrera, mi sueño, se me escapa entre los dedos. La retirada tampoco es una opción fácil, habría que descender andando hasta el valle y con la moral por los suelos, así que todavía me agobio más. No encuentro respuesta ni solución, me estoy cayendo en un hoyo muy profundo. ¡Joder! ¡No puede ser! Soy muy duro de cabeza, si ésta falla, no soy nada.
Entro de nuevo en el refugio a cambiarme de ropa y ponerme lo poco seco que tengo, pues estoy tiritando sin parar y decida lo que decida, voy a tener que abrigarme. Y allí me encuentro con Ana.

Es voluntaria en el refugio y enseguida me ve y me calma, me da algo de comer y de beber, me escucha y me habla como te habla una madre, con voz serena y animándome. Me cuenta su historia: cómo el año pasado, desde ese mismo punto, acompañó a su hija hasta la meta en una situación parecida. Una madre coraje. Me dice que me ve muy agobiado, mal de cabeza, pero físicamente entero y que si no sigo adelante, si no lo intento al menos, me voy a arrepentir toda la vida.

Yo también le cuento mi historia para desahogarme: lo que significan para mi estas montañas, todo lo que he vivido en ellas, todo lo que he entrenado y peleado para conseguir este sueño y lo que hemos sufrido en familia durante estos largos meses. Me están esperando en meta, hay que llegar, tengo que conseguirlo. Empiezo a llorar y ella se contagia, nos fundimos en un abrazo que me da fuerza para seguir. Me prepara dos bocadillos y una coca cola y me dice que vaya para arriba despacio, tranquilo, parándome todo lo que necesite. Me recuerda lo que yo ya se, que puedo con ésto, que lo voy a lograr. Y me hace prometerle que no me voy a retirar, que al día siguiente cuando ella mire la clasificación, debo estar entre los que han llegado.

Refugio Angel Orus, nunca olvidaré esta historia. Foto:GTTAP

Si las cosas van bien, es fácil seguir adelante, pero cuando se empiezan a torcer, encuentras la medida de lo que eres: "Cuando trabajas duro, muy duro, para ser mejor y alcanzar grandes metas, pero tropiezas o lo que buscabas no sale como esperas. Cuando te encuentras de frente con la adversidad, en ese momento en el que se tambalean tus ilusiones, es cuando verdaderamente encuentras a tu verdadero yo, tu auténtica personalidad ¿sigues creyendo en ti? ¿sigues peleando o claudicas y te acomodas en la queja estéril?. La forma en la que encajes los golpes será lo que verdaderamente determine tu propio destino. Si eres un ganador, ya sabes que la adversidad solo es un precio que hay que pagar para conseguir grandes sueños o alcanzar una versión mejorada de ti mismo. No te rindas, sigue adelante"*.

Salgo para arriba embutido en toda la ropa que tengo y con una promesa que no puedo romper. Muy jodido, pero sigo en carrera.

*Palabras de Octavio Perez que me repetí una y otra vez


Precioso valle de subida. Foto: GTTAP
Nubes de lluvia. Foto: GTTAP
Ana acompañando durante más de 40km a su hija en la pasada edición. Foto: https://charradasvarias.wordpress.com/2017/07/28/gran-trail-aneto-posets-2017-volando-por-las-montanas/